Ana ya no me ama más y me lo dice en el baño de un garito cuando estoy sentada en el váter con las bragas por las rodillas y una tarada aporrea la puerta gritando que llevamos diez minutos aquí metidas, que salgamos de una puta vez, pero Ana pasa de todo y se pone a buscar su bolsita de keta mientras me suelta que lo nuestro hace ya tiempo que no es de nadie, que estas cosas no se pueden forzar, aunque amigas siempre vamos a ser, me aclara, de eso no te quepa duda, y yo aguanto la llorera y me levanto y me subo las bragas y el pantalón y tiro de la cisterna y agacho la cabeza como si sí, como si esta puñalada en el pecho hubiera sido una decisión de las dos y no algo que se ha montado ella solita.
Porque no se da cuenta...
Ana ya no me ama más y me lo dice en el baño de un garito cuando estoy sentada en el váter con las bragas por las rodillas y una tarada aporrea la puerta gritando que llevamos diez minutos aquí metidas, que salgamos de una puta vez, pero Ana pasa de todo y se pone a buscar su bolsita de keta mientras me suelta que lo nuestro hace ya tiempo que no es de nadie, que estas cosas no se pueden forzar, aunque amigas siempre vamos a ser, me aclara, de eso no te quepa duda, y yo aguanto la llorera y me levanto y me subo las bragas y el pantalón y tiro de la cisterna y agacho la cabeza como si sí, como si esta puñalada en el pecho hubiera sido una decisión de las dos y no algo que se ha montado ella solita.
Porque no se da cuenta.
Ana está cortando conmigo y en vez de darme un abrazo me pone una punta de keta y me dice que me deje volar, con lo mal que me sienta a mi esta mierda, que me da paranoia y me invento lo de los terroristas que entran en el bar pegando tiros con sus metralletas y luego ya no puedo dejar de mirar hacia todos lados, como una puta zumbada, y ella tan tranquila flotando en su pedo mientras yo hago un mapa mental de la pista con escenario con barra con servicios con guardarropa, y dibujo círculos rojos en las salidas y los posibles escondites, y hazme caso, Ana, en cuanto oigas un disparo te metes ahí, callada, muy quietecita, y por mí no te preocupes que ya encontraré un lugar seguro, me sé todo este jodido sitio de memoria, lo he repasado mil veces, un millón de veces, porque la keta no me deja descansar y siempre termino agotada, pero Ana no se entera de nada y va de generosa que comparte un gramo conmigo aunque a mí me siente como el culo, Ana, joder, que no me amas menos sino peor.
Porque no se da cuenta.
Ana me deja primero y me invita a volar después y yo disimulo mis idas de olla para no quedar como una desquiciada ahora que también soy la imbécil que lleva siete meses tragándose el cuento de lo que bien que estábamos juntas y lo felices que éramos, pero ha sido cortar conmigo y venirle a Ana la felicidad verdadera, la de reírse todo el rato y cruzar medio bar para subirse a una mesa llena de vasos y bailar con los ojos cerrados y las manos levantadas como si la música estuviera saliendo de una orquesta que sólo ve ella, Ana, coño, que estás tirando todos los vasos y el camarero te está diciendo que te bajes de ahí, pero Ana no escucha y sigue bailando hasta que el portero aparece y le echa la bronca y la pone de patitas en la calle, por payasa, porque así es como Ana se carga la noche, flipando de keta y yendo a lo puto suyo, y así es como Ana lo rompe todo antes de tiempo.
Porque no se da cuenta.
Ana le echa morro todavía y se enfada y se hace la ofendida cuando sale muy digna del bar y la luz del día le cae encima, y yo corro detrás con su abrigo en la mano gritando que haga el favor de ir más despacio, que tengo los pies destrozados y no pienso perseguirla hasta su casa, Ana, hostia, que te la suda todo y yo ya no puedo más, y de tanto que grito termina volviendo Ana a por mí, en son de paz y con la carita de no haber roto un vaso en su vida, y yo le doy su abrigo y un abrazo y ella me aprieta fuerte y me agradece todo, pero a casa me voy yo sola, me dice, y luego se da media vuelta y me deja aquí plantada con la cara de gilipollas profunda y la keta mal cayendo y todo el daño ya hecho.
Porque no se da cuenta.
Ana se pierde calle abajo y yo espero a que doble la esquina para echarme por fin a llorar, derramarme en mitad de la acera y asumir que esto se ha terminado para siempre, aunque vaya ahora Ana de sobrada que puede ser mi amiga y signifique eso que toda la culpa será mía cuando volvamos a vernos y a mí se me escape el rencor y la rabia por creerse Ana mejor que nadie, y este odio que me atraviesa mientras regreso a casa sola con las manos en los bolsillos y la pena de habernos equivocado desde el principio, porque no había que quererse tanto, Ana, sino bien, pero nunca entendió ella que esta ceguera mía era lo mejor que iba a darle, y ha terminado arrojándome Ana la suya, en un antro de mala muerte, con los terroristas al acecho y sin un plan para salvarnos, a keta bailando, sobre un suelo de cristales rotos y el eco de un desconsuelo que crece y se suma a esta cuenta que un día asumimos a medias pero que, visto lo visto, terminaré pagando yo solita.
Porque no se da cuenta.
1 de septiembre de 2024 Ilustración: Voén D.
Laralalá. Su hermana cantaba y Vera la seguía, con una mano levantada, bailaban en círculo. Laralalá. La hermana persiguiendo a Vera y Vera detrás de su hermana. Yo las veía desde la ventana de la cocina, siempre cantando en el patio, siempre la misma canción. Laralalá. Había un padre que existía a ratos pero afortunadamente su hermana ya era un hogar completo. Durante el día siempre estaban solas. El padre llegaba de noche y entonces la canción era otra. Yo acababa de entrar en la policía por aquel entonces y desde arriba veía muchas veces a Vera esconderse en el patio después de cenar. Algunas noches el padre salía a buscarla pero su hermana sabía cómo defenderla. Al padre lo detuvimos en un par de ocasiones y por lo menos esas noches ellas pudieron dormir tranquilas. Pero a la mañana siguiente teníamos que soltarlo...
Esto es de cuando mi padre aparece con una caja en las manos y de dentro sale un cachorro de tres semanas y los ojos muy vivos y el pelo negro como el carbón. Yo llevo pidiendo un perro el mismo tiempo que lleva mi padre haciendo como el que no me oye, así que el regalo me pilla totalmente desprevenido y mi abuela aprovecha para taladrar con lo de la responsabilidad y las obligaciones y lo de educar al cachorro para que no se cague en casa. Y yo a todo que sí, claro. Al perro lo llamo Romo y al principio muy bien, pero luego empieza a morirse la gente y a mi abuela se le mete en la cabeza que la culpa la tiene el perro...
sobra caliente la manta, eres ya carne ardiendo, no es fiebre ni estorbo, es mi lío de brazos, cuando me pides que entre, y yo te invado despacio, y te busco de frente, o me doy la vuelta, y tú te vengas, hasta mojarme agotado.....